martes, 20 de marzo de 2012

conflicto de la comunidad La Primavera


Por Dr. Alfredo Zurita: La audiencia realizada en la Corte Suprema de la Nación el pasado 7 de marzo, en relación al conflicto de la comunidad La Primavera en la provincia de Formosa, me ha permitido comprender la complejidad del problema que se presenta también -con excepción de Corrientes y La Rioja- en todo el resto del país, donde aún sobreviven indígenas más o menos mestizados.

Aunque la condición de indígena depende a efectos censales, de autocalificación y no de marcadores genéticos que existen pero no se utilizan. El actual territorio argentino fue conquistado a sus habitantes “salvajes”, primero por los españoles y luego por el ejército argentino, a sangre y fuego.

Los actuales territorios de las provincias de Chaco y Formosa hace poco más de un siglo pero, pactos más recientes suscriptos por el gobierno nacional con organismos internacionales, nos comprometen a devolverles a los indígenas rebautizados ahora como “pueblos originarios” sus tierras, y respetar su cultura.

Según se dijo en la audiencia esto podrían ser millones de hectáreas, que podrían incluir las tierras más aptas para explotación, puesto que gran parte del territorio argentino son montañas y desiertos de poco valor agropecuario. Cumplir estos compromisos es complejo para el Gobierno nacional puesto que al mismo tiempo reconoce a las provincias la soberanía sobre sus territorios.

De modo que como dijo en la audiencia el organismo nacional responsable del tema, el Instituto Nacional de Asuntos Indígenas (INAI) creado en 1985, se avanza muy de a poco, mediante diálogos y acuerdos con los gobiernos provinciales, siendo el mismo INAI un organismo que impresiona como muy débil con recursos muy escasos.

El tema se complejiza más aún por la existencia de parques nacionales, en algunos casos de centenares de miles de hectáreas que se superponen con los territorios indígenas, malas mensuras, y además la presencia de ocupantes no indígenas en los mismos territorios, desde hace varias generaciones, a veces tan pobres como ellos, otras ricos terratenientes en forma más o menos legal, y luchas internas entre los mismos indígenas.

En el caso de la comunidad La Primavera en el NE de la provincia de Formosa, muy cercana a la localidad del mismo nombre, sus 5.000 habs, de etnia Qom están divididos. Una parte apoya al nieto del cacique Trifón Sanabria, que en 1940 obtuvo del gobierno nacional el reconocimiento de los derechos comunitarios sobre 5.000 hectáreas de excelentes tierras en Laguna Blanca, incluyendo la laguna del mismo nombre, que es favorable al gobierno provincial.

Y un nuevo líder reconocido por el INAI, Félix Díaz, que enfrenta al gobierno provincial. La zona reconocida en 1940 se superpone en parte al parque nacional Pilcomayo, que tiene una superficie 60 veces superior y también incluye la laguna, y el cementerio indígena, lo cual es causa permanente de conflicto sobre derechos de pesca y acceso.

En los años 70 vivían además en el área unas 600 familias no indígenas, criollos, cuyo desalojo fue concretado manu militari, según usanza de la época, en 1977-1978, a excepción de una familia que ocupaba unas 4.000 has, uno de cuyos miembros fue intendente del pueblo cercano en esos años y que preservó parte de las mismas.

Los criollos no volvieron, pero parte de la tierra comunitaria es ahora arrendada a agricultores no indígenas, y en forma individual, por indígenas, en forma legalmente indefinida, que nadie aclaró en la audiencia.

La cesión de 650 hectáreas en la zona a la Universidad Nacional de Formosa, que podrían o no estar superpuestas a las de la comunidad y la familia citada anteriormente, para instalar allí carreras agropecuarias desata el actual conflicto con muertes violentas hace poco tiempo, que atrajeron la atención de la prensa nacional dando lugar a decisión de custodiar la zona con fuerzas federales.

En tanto se polemiza si el caso es juridisccion de la justicia provincial o federal, lo cual motiva la intervención de la Corte Suprema como árbitro de conflictos entre el gobierno nacional y los provinciales.

Una pregunta de sentido común del presidente de la Corte de “por qué no se instalan las carreras en otra parte de la provincia”, fue respondida con vaguedades tanto por los representantes del Gobierno provincial como por el Rector de la Universidad Nacional de Formosa, lo cual me hace pensar que hay un trasfondo mas amplio de tipo político y económico.

Como describo al comienzo de la nota, y que el caso podría ser un caso testigo para otros muchos en las comunidades indígenas de Formosa y otras partes del país. Casualmente, o no, el gobernador actual reelecto en los últimos 4 periodos y en dos anteriores como vicegobernador es oriundo de la localidad de Laguna Blanca.

Fue sorprendente la respuesta del Rector supeditando su posición a la del gobierno provincial, aunque no tanto si se recuerda que en 2005 otro Rector de la misma Universidad Nacional fue sorprendido vendiendo títulos de ingeniero en España.

Según informó la prensa, el ministro Filmus descartó la intervención confiando la solución del problema al gobernador de Formosa, ya que como es común en muchas partes del país, los profesores son con mucha frecuencia funcionarios públicos, lo cual constituye su ocupación principal y permite a los gobiernos provinciales controlar de facto las universidades nacionales que están dentro de sus dominios territoriales.

Un dato adicional es que la provincia de Formosa tiene tantos empleados públicos como Chaco o Corrientes que la duplican en población. Hace más de 40 años las personas que se ocupaban del tema indígena en forma más cercana, y que conocí personalmente, que estaban dividas sobre la integración o preservación de la cultura, y aunque esto ya parece estar zanjado, no estoy demasiado seguro de que ello sea posible.

La transculturación es ya demasiado importante para retroceder y los mismos conflictos internos en Colonia La Primavera revelan que es difícil para ellos guardar la unidad. Y aunque el buen salvaje solo existió en la mente de Rousseau, incluir a indígenas en luchas de poder entre huincas me parece terminará por exterminarlos, lo cual podría justificar el titulo de esta nota, en recuerdo de “la cuestión judía”.

Aun recuerdo vívidamente una noche en Nueva Pompeya en 1972, cuando asistí a una asamblea pública donde varios indígenas leyeron discursos escritos por blancos, que no estaban en la asamblea, y ellos poco duchos en el tema, leían también la palabra “aplausos”, que obviamente había sido colocada en el texto para indicar las pausas necesarias para permitir los aplausos y que seguramente había sido ensayada horas y/o días antes, tal y como se hace en toda asamblea bien organizada.

Aunque en esos casos es mejor representada por actores más duchos en las artes de la política a la occidental, donde el candidato previamente definido en reuniones previas designa a quien lo postulará, quien apoyará la postulación y en qué orden, quien responderá a eventuales opositores y con qué argumentos, etc. En los casos mejor organizados aún la participación opositora es sido ensayada y el acta redactada con anterioridad según el libreto a representar.

De más está decir que cuando los estudiantes que intervienen en política universitaria egresan, ingresan a las ligas mayores, ya perfectamente entrenados en las “artes” de la política y son excelentes “operadores” de la misma, accediendo rápidamente a cargos públicos y docentes como lo describen Saguier y otros autores, y podemos ver con una rápida mirada hacia los funcionarios públicos actuales.

La misma sensación teatral tuve al ver y escuchar la intervención del nieto del cacique Trifón Sanabria, el que fue a Buenos Aires en 1940 y consiguió del Gral. Perón (tal como dijo el defensor oficial, sin que nadie lo corrigiera), el famoso reconocimiento, aunque en 1940 Perón era solo coronel y aún estaba en Italia como agregado militar.

O el defensor no estaba bien informado o bien quería que Perón, como el Cid Campeador siguiera ganando batallas aun después de muerto. No olvidemos la masacre de Rincón Bomba, concretada en 1947 por la gendarmería cerca de las Lomitas, Formosa, donde se estima perecieron unos mil indígenas de la etnia Pilagá, y cuando Perón ya era general, y además presidente, y que en 1951 en el mismo gobierno de Perón se creará el Parque Nacional Pilcomayo superpuesto parcialmente a las tierras de la comunidad.

La exposición del líder-nieto me hizo recordar también a Al Pacino, en el film “Perfume de Mujer”, cuando en las escenas finales actúa como Amicus Curiae del estudiante acusado, y logra una resonante victoria político-teatral, aunque la actuación del Amicus Curiae en esta audiencia, para el caso el CELS fue mucho más moderada y mantenida en cauces jurídicos, mostrando la enorme complejidad del caso con documentación contradictoria, mensuras mal realizadas, etc.

También el programa de pueblos originarios de la UNNE que beca jóvenes indígenas me plantea algunas dudas, al menos en el caso de medicina, al no ser esta una ciencia sino una práctica propia de cada cultura. ¿Cómo podría un indígena aprender medicina occidental sin transculturarse total y definitivamente? ¿No seria mas apropiado legalizar la medicina Qom y rescatarla del olvido y el charlatanismo?

Si incursionan en política universitaria egresarán también como buenos operadores políticos “a la occidental”, calificados como para hacer respetar los derechos de sus comunidades, tal como reclamara Félix Díaz en la audiencia? o serán nuevos y nuevas Malinches? Los indígenas en mi experiencia no rechazan la medicina occidental pero reservan también enfermedades para la suya, como hace también la población criolla.

Y esto era respetado por un gran indigenista médico, Dr. Humberto Cichetti que fundó en Castelli (Chaco) a fines de los `60 una misión medica evangélica que al ser abastecida con medicamentos antituberculosos por el Ministerio de Salud, provocó algunos roces con la iglesia oficial preocupada posiblemente por mantener a los indígenas en la verdadera fe importada desde Europa hace varios siglos.

E invocada por el líder-nieto para abrir y cerrar su alocución ante la Corte Suprema, pese a reiterar, como hicieron todos, la necesidad del “respeto a la cultura ancestral”. Aunque el término ancestral parece remitirnos a un pasado muy lejano, la ciencia dice hace no mas de 300 generaciones los Qom están allí, migrando desde algunos cientos de generaciones antes desde el Asia, y recreando su cultura, a medida que migraban, ante nuevos hábitats, y creando nuevos dioses, lenguas y medicinas.

Coherentes con estas condiciones materiales de vida, conciencia cultural que se pretende cambiar desde el ministerio de salud y otros, mediante programas de concienciación, que nos permitan imponer nuestras propias creencias y cultura sobre las de ellos.

Y todo ello en nombre de la superioridad de la cultura occidental sobre las tradicionales, que al mismo tiempo respetaremos, según dice la Constitución Nacional al mismo tiempo que la ley permitiría perseguir a quien practique la medicina Qom tradicional, sobre todo si lo hace con buen éxito económico.

Solía decirme el Dr. Cichetti, que una de las razones que tenia para respetar la cultura indígena era que la veía superior a la suya propia en tantos aspectos que, aún les ofrecía la medicación antituberculosa con cierto temor y, en gran parte, porque era una enfermedad que ellos no tenían antes de la conquista y les llegó con la misma.

De este modo, no tenían medicina tradicional para su prevención y control, como si la tenía la cultura occidental en forma de aire de montaña y cientos de terapéuticas que ahora miramos como simples supercherías del pasado, sin percibir que muy probablemente lo mismo dirán los médicos del futuro de las actuales nuestras.

A comienzos de los ´80 tuvimos una sesión clínica en Castelli con los médicos locales, y un asesor de la OMS en tuberculosis que no hablaba español y pacientes tuberculosos indígenas que tampoco lo hablaban, de modo era necesaria una doble traducción, pero el dialogo se torno fluido en pocos minutos.

El asesor comenzó haciendo preguntas inocentes a los pacientes sobre el comienzo de su enfermedad, los que relataron lo convencional. Comenzaron con tal o cual síntoma y al ver que no cedía, una o dos semanas después consultaron al médico. De pronto preguntó, ¿“Eso fue antes o después que Ud. fue al templo?”, seguido por preguntas tales como ¿“Eso fue antes o después de consultar al curandero tradicional”?, etc.

Y como por arte de magia comenzó a surgir ante los médicos locales, convencidos que sus pacientes habían consultado a poco de iniciarse los síntomas, toda una historia de varios meses anteriores de ensayos de otras alternativas de curación, que los pacientes habían ocultado, sin duda temerosos de reprimendas, como es muy habitual hacemos los médicos a los que no respetan nuestra fe y sus mandamientos.

Los colegas comentaron luego que sin duda el asesor tenía facultades clarividentes. ¿Cómo podría saber cosas que ellos ignoraban, pese a décadas en la localidad? Comenté esto al asesor, quien dijo no lo sabía, solo que en todo el mundo la gente se comporta así cuando se enferma, viva en Nueva York, Pekín o Paris. Busca cura en forma coherente con su explicación causal cultural y la científica es la más alejada del sentido común, por tanto la menos creíble.

¿Por qué debería ser diferente entre los Qom de JJ Castelli? Un estudio realizado a inicios de los 70, reveló que los indígenas contratados por el gobierno de Formosa, como agentes sanitarios por ser líderes comunitarios, perdían rápidamente su carácter de líderes al razonar los indígenas que nunca ningún bien les había llegado del blanco y de sus gobiernos. ¿Por qué habría de ser diferente en este caso?

Esta reflexión solía hacerme el Dr. Cichetti cuando comprendía los recelos indígenas ante él y su misión. Y este comentario surgía generalmente cuando algún profesional bienintencionado se frustraba después de algunos meses de esfuerzos, en áreas indígenas del Impenetrable, y dejaban la zona diciendo los indios eran tan brutos que nada se podía hacer por ellos. No había forma de cambiarles su cultura. Eran nomás salvajes, como pensaron los conquistadores inicialmente.

De todos modos el Dr. Cichetti creo superó los recelos, porque mi primera incursión periodística, una nota titulada “El día que los indios lloraron”, en ocasión de su muerte en 1976, me permitió ver que también podían llorar. Y esto aunque ya tenia varios años de experiencia en sus enfermedades y muertes, y nunca había visto que ocurriera, aunque podría haberlo supuesto.

Si todos los seres humanos lloran ante la muerte de un ser querido, ¿por qué no habrían de hacerlo los indígenas? ¿Por qué no deberían ocultarlo al médico blanco o al profesional que los estudia para mejor comprender su cultura?.

En esos años pasaban continuamente por mi dependencia estudiantes de antropología que venían a estudiar indios, in situ, y temerosos de mordeduras de víboras pedían suero antiofídico. Eran tan numerosos que me preocupé por las molestias que podían causar a los indígenas, y me informé. No era preocupante.

Los indígenas habían comprendido el juego y ya habían designado a algunos entre ellos para atender a los estudiantes y contarles tales y cuales partes de la cultura, pero no otras.

Es claro que de convivir por años con ellos eso no hubiera sido posible, pero no eran mas de dos semanas el tiempo que enviamos a los estudiantes de medicina a las zonas rurales para que vean como son las cosas fuera del hospital escuela; como para que se convenzan, si ello fuera necesario, que poca vida inteligente hay fuera de los grandes hospitales y clínicas y la medicina especializada.

Y esto pese a que nuestro objetivo es formar médicos generales, ya que cualquier tratado de antropología mencionara las funciones latentes de muchas practicas sociales, que estando destinadas a un objetivo se camuflan con otro.

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